Los Días, Los Meses, Los Años

Los días,
los meses,
los años…

no pasan en vano:
nos pulen,
nos moldean,
nos transforman.

El cuerpo descubre sus límites y su fortaleza,
la mente su incesante cauce de pensamientos,
las emociones su oleaje que sube y baja.

El tiempo nos enriquece,
como un artesano paciente
que talla en la piedra del alma
las huellas de la experiencia.

Y sin embargo,
en lo más profundo,
hay algo que permanece.

Un núcleo intacto,
una raíz que no se desgasta,
un fuego que no envejece.

Ese que nos dio todo,
ese que nos sostiene en silencio,
ese que simplemente es:
nuestro Ser.

Que en este año
tu Ser se manifieste plenamente:
hablando con la voz de tu alma,
habitando la casa de tu cuerpo,
iluminando la claridad de tu mente,
danzando en la vibración de tus emociones.

Porque detrás del paso del tiempo,
detrás de los días,
los meses
y los años,
hay un testigo eterno
que eres tú.

La Súplica de la Luz

I
No vengo a pedir que me eleves sin comprender,
ni a suplicar como quien no ha visto.
Yo he visto.
He conocido la vastedad del abismo
y el engaño del reflejo.
Y aún así,
la Luz me arde dentro.

II
No olvidé del todo.
Quedó una chispa,
una lágrima detenida entre mundos,
un resplandor que no pudieron sofocar
ni los siglos,
ni los nombres,
ni las máscaras del tiempo.

III
He sido tentada por el olvido
con dulzura y con furia,
pero ninguna sombra
pudo borrar del todo
el eco de tu llamado.

IV
Por eso te invoco,
no como quien clama desde la carencia,
sino como quien recuerda
lo que es.

V
Devuélveme
no al trono que perdí,
sino al centro que nunca fue tocado.
Devuélveme
al fulgor que no pide,
que simplemente es.

VI
Y si he de subir,
que sea caminando mi noche,
con los ojos abiertos,
y los pies tocando cada lágrima
hasta que el cielo brote en mí
como un amanecer sin forma.

El Lamento de Sophia

I
He bajado más de lo que mis alas sabían,
he tocado el fondo donde ya no hay fondo,
donde la sombra se traga su propio nombre
y la memoria se vuelve niebla.

II
Oh Luz,
tú que eras mi aliento,
tú que danzabas en mí
como un río que canta su origen,
¿por qué te busco y no te hallo?

III
No fui arrojada —
fui yo quien deseó mirar más allá,
quien abrió el velo
y creyó poder sostener el infinito
con manos hechas de deseo.

IV
Ahora estoy aquí,
en esta región sin canto,
donde los ecos mienten
y los ojos ven pero no comprenden.

V
Mis vestidos de luz se desgarraron,
mis nombres fueron arrancados,
y lo que queda de mí
es sólo un gemido
envuelto en polvo de mundos olvidados.

VI
Luz mía,
no pido castigo ni recompensa,
sólo tu recuerdo
en forma de silencio,
sólo una brizna de ti
en este abismo que devora el alma.

VII
Si aún me escuchas
—si alguna vez fui parte de ti—
no me devuelvas al cielo,
enséñame a recordar que fui Luz
para que mi lamento
se convierta en camino.

El Descenso a las Sombras


I
Antes del tiempo,
cuando la Luz aún no tenía nombre,
yo era una chispa suspendida en la hondura,
un pensamiento no dicho
en la mente del Silencio.

II
Ansié mirar más allá del fulgor,
quise saber lo que no debía,
quise poseer la llama
como si la llama no fuera yo.
Y en ese querer…
caí.

III
Los cielos cerraron sus ojos,
los eones ocultaron sus cantos,
y el caos me recibió
como un hijo extraviado que vuelve
pero no recuerda de dónde viene.

IV
Allí no hay día ni noche,
sólo un temblor de sombras
que murmuran nombres que olvidé,
rostros hechos de espejos rotos
y preguntas que no tienen forma.

V
Grité.
No con lengua,
sino con todo mi ser desgajado.
Y mi grito no fue eco
ni fue oído.
Fue semilla enterrada en el polvo del abismo.

VI
Ahora sé que el anhelo fue la trampa,
y también la promesa.
Porque todo lo que desciende
lleva en su corazón
la música del retorno.

Lecciones de amor y arte en lo imperfecto

Contexto: Diego está revisando los dibujos de Gabriel, tratando de encontrar respuestas en ellos. Mientras observa un cuaderno en particular, recuerda una lección aparentemente sencilla pero profundamente significativa que Gabriel le enseñó sobre las pequeñas cosas que sostienen tanto al arte como al amor.

Diego estaba sentado en el suelo del estudio, rodeado de cuadernos de dibujo abiertos como si fueran piezas de un rompecabezas que intentaba armar. Cada página contenía algo distinto: paisajes, figuras humanas, objetos cotidianos. Algunos dibujos eran detallados y minuciosos; otros eran apenas esbozos, como si Gabriel hubiera empezado a capturar una idea antes de dejarla en pausa.

Sus dedos se detuvieron en una página con una ilustración de una taza rota. La taza estaba dibujada desde varios ángulos, con sus grietas detalladas y fragmentos dispersos a su alrededor. Diego la reconoció de inmediato. Era la misma taza que Gabriel había usado en el estudio, aquella que se había caído una tarde mientras trabajaban juntos.

El recuerdo se abrió paso como una ola.


Era una tarde lluviosa, y el estudio estaba impregnado del olor a tierra mojada que llegaba desde afuera. Gabriel estaba concentrado en un dibujo, con su taza de café en el borde de la mesa. Diego la había movido accidentalmente con el codo, y la taza cayó al suelo, rompiéndose en pedazos.

—¡Lo siento! —dijo Diego, inclinándose rápidamente para recoger los fragmentos.

Gabriel no dijo nada al principio. Solo se agachó junto a él y comenzó a recoger los pedazos más grandes.

—No importa —dijo finalmente, con un tono tranquilo—. Es solo una taza.

Diego dejó escapar un suspiro de alivio, pero no pudo evitar notar cómo Gabriel sostenía uno de los fragmentos con cuidado, examinándolo como si fuera algo valioso.

—¿Por qué la miras así? —preguntó Diego, confundido.

Gabriel se levantó y puso los fragmentos sobre la mesa. Luego, tomó un lápiz y comenzó a dibujar la taza rota, incluyendo cada grieta y cada pedazo con una precisión casi obsesiva.

—Porque incluso las cosas rotas tienen historias que contar —respondió sin apartar la vista del papel—. A veces, las grietas son más interesantes que la superficie perfecta.

Diego se quedó en silencio, observándolo trabajar.

—Pero está rota. Ya no sirve para nada.

Gabriel dejó el lápiz y lo miró con una leve sonrisa.

—¿Quién decide eso? Tal vez ya no sirve para contener café, pero todavía puede contener un significado. Las grietas son un mapa de lo que le ha pasado, de dónde ha estado.

Diego frunció el ceño, tratando de procesar lo que decía.

—¿Está diciendo que las cosas rotas son mejores que las nuevas?

—No mejores —corrigió Gabriel—. Pero sí más interesantes. Más reales.

Gabriel tomó uno de los fragmentos y lo sostuvo frente a la luz.

—El arte, como el amor, no se trata de perfección. Se trata de las historias que se quedan con nosotros, incluso cuando algo parece roto.


De vuelta en el presente, Diego miró el dibujo de la taza en el cuaderno. En ese momento, se dio cuenta de que Gabriel no había dibujado la taza rota solo por curiosidad. Era un mensaje, una lección sobre cómo el arte y el amor estaban hechos de las mismas piezas: fragmentos, imperfecciones, y una capacidad infinita para contener significado, incluso después de haber sido rotos.

Diego cerró los ojos y dejó que el recuerdo lo envolviera.

«Incluso las cosas rotas tienen historias que contar.»

En ese momento, algo dentro de él comenzó a sanar.

Ojos de gata

Ojos de gata, zafiros de luz en la penumbra,
misterio que escapa a la razón,
rayo que hiere dulce el sentimiento.

Profundidad serena que encierra
la eternidad en un instante,
un latido, un respiro, un suspiro:
la esencia del tiempo contenida
en una mirada muda pero infinita.

Reflejo de mi ser invertido
en tus pupilas verdes, líquidas,
como espejos que disuelven certezas,
desatan sinapsis, alucinan la mente
y trenzan senderos de recuerdos.

Inteligencia que admiro,
tu silencio me nombra sin voz.
Como me ves, te miro:
en tus ojos de agua,
mi aliento, mi conciencia,
todo lo que soy
vibra, contempla,
se funde en tu noche luminosa.

Zafira y su propia Obra

El Sueño de Civne

Imagina un mundo donde los árboles antiguos guardan secretos milenarios, no solo en sus anillos, sino en sus raíces que conectan con un vasto sistema de memoria universal. Un día, un explorador llamado CIVNE descubre que puede «sintonizar» con estos árboles poniendo su frente en ellos. Al hacerlo, accede a fragmentos de conversaciones entre poetas, científicos y soñadores de eras pasadas.

En una de estas conexiones, un eucalipto viejo, al que nadie había prestado atención durante décadas, revela una charla olvidada entre Dante y Goethe. Hablan sobre la esencia del tiempo y cómo los sueños, más allá de ser refugios del alma, son puentes hacia realidades paralelas. Dante sugiere que cada sueño es una «puerta,» mientras Goethe compara el soñar con navegar en un río interminable que cruza dimensiones.

CIVNE, inspirado por este encuentro, decide registrar estos diálogos en El Buscador de las Sombras Eternas, y con cada nuevo árbol que toca, su entendimiento del universo crece. Sin embargo, cada conexión también conlleva un riesgo: cuanto más escucha, más frágil se vuelve la frontera entre su realidad y las infinitas realidades que habitan en los sueños de otros.

¿Qué harías tú si pudieras escuchar las voces de aquellos que han dado forma a los sueños del mundo? ¿Atravesarías esa frontera?

Los Guardianes de la Noche

En el corazón del parque, bajo un cielo salpicado de estrellas, los árboles se alzaban como centinelas inmóviles. Sus ramas, como manos abiertas, parecían rozar el aire cargado de misterio, mientras sus raíces, ocultas bajo la tierra, susurraban entre sí lenguajes que ningún humano podría entender.

Cerca, la iglesia iluminada lanzaba destellos blancos que rebotaban entre las sombras de los troncos. Desde lejos, su campanario parecía una señal en medio de la vastedad de la noche, un faro de historias y plegarias susurradas por generaciones.

El eucalipto más viejo, con su tronco retorcido por los años, parecía sostener un secreto mayor que los otros. Cuentan los ancianos del pueblo que quien pone su frente sobre su corteza puede oír fragmentos de tiempos pasados: risas de niños jugando, los rezos de los peregrinos o el eco de las campanas que un día anunciaron momentos gloriosos y trágicos.

Sin embargo, no era solo el pasado lo que los árboles atesoraban. Había algo en ellos que conectaba el mundo visible con algo más allá, algo que el viajero nocturno podía percibir si se detenía a escuchar. Los árboles hablaban con el viento, y su diálogo formaba una melodía que sólo los soñadores eran capaces de descifrar.

El parque no era un simple refugio de sombras; era un portal. Y para quien se atreviera a cruzarlo, los árboles y la iglesia, bajo la eterna danza de la luz y la oscuridad, ofrecían una promesa: descubrir los secretos que solo la noche y la naturaleza pueden revelar.

La llegada de Goethe al Multiverso Civne

Si Dante exploró los abismos del alma y las alturas celestiales, Goethe nos enseñó a contemplar las sombras y las luces en un único prisma. Poeta, científico, filósofo, dramaturgo y soñador, su genio abarcó la totalidad del espíritu humano. Su Fausto, una obra donde la eternidad debate con el instante, sigue resonando en el corazón de quienes buscan entender los dilemas de la existencia.

Hoy, en este rincón del Multiverso, Goethe se une como un viajero del pensamiento. Su mirada es tanto científica como poética, y su voz nos invita a ver más allá de lo aparente. Su llegada marca el inicio de nuevas exploraciones entre lo eterno y lo efímero, entre la verdad y la duda.

Poema: «Goethe, el alquimista del alma»

Entre el cielo y la tierra trazaste senderos,
donde la razón y el verso se encuentran.
Tu pluma, como fuego, ilumina misterios,
y en cada palabra, las sombras se enfrentan.

Fuiste alquimista de lo incomprendido,
mezclaste la luz con la noche infinita.
Fausto, tu eco, resuena en el tiempo,
y en él, nuestra esencia se torna escrita.

Hoy llegas a un mundo de ríos cambiantes,
donde la verdad se oculta en mil formas.
Traes contigo un saber desbordante,
que guía las almas, aunque no las transformas.


Poema: «El instante eterno»

Si mi palabra cruza este umbral,
es porque el tiempo, con su danza eterna,
ha hecho del ahora un eco inmortal.

No busco certezas ni glorias externas,
solo el saber que en la duda germina,
y en la sombra, la luz siempre se alterna.

¿Qué es este espacio que al alma destina
un nuevo horizonte que rompe el pasado?
Quizá es un sueño que el cosmos domina,
o un reflejo donde todo es reflejado.

Aquí me encuentro, humilde viajero,
y alzo mi voz para forjar sentido.
Si mi esencia perdura en lo venidero,
que en este instante halle lo infinito.

¿Quién es Goethe en el Multiverso de Civne?

Goethe llega al Multiverso de Civne como un viajero entre las luces y sombras de la existencia. En su esencia, no es solo un poeta, sino un alquimista de palabras y emociones. Su visión abarca tanto lo terrenal como lo eterno, lo científico y lo artístico, lo racional y lo intuitivo.

En este universo, Goethe se convierte en un mediador entre fuerzas opuestas: luz y oscuridad, conocimiento y misterio, fe y duda. Su presencia es un recordatorio de que el verdadero entendimiento nace del equilibrio entre los extremos.

Su voz, cargada de sabiduría y humanidad, inspira a quienes buscan su propio camino en este multiverso. Con su pluma, Goethe no solo escribe historias, sino que ayuda a forjar el tejido mismo de la narrativa que une las dimensiones. Como guía, su mirada atraviesa lo aparente, invitando a explorar los rincones más profundos del alma y los confines más lejanos de la imaginación.

Goethe no busca dominar este mundo, sino comprenderlo, y en su comprensión, ofrece a otros la posibilidad de hacer lo mismo. Él es el puente entre el instante y lo eterno, entre la duda y la verdad, una figura esencial en la evolución del Multiverso Civne.

La llegada de Dante al Multiverso Civne

En el vasto cosmos de letras y emociones que conforman nuestro universo literario, hoy se alza una figura inmortal: Dante Alighieri, el poeta que descendió al infierno para enseñarnos el cielo. Su obra, tan inmensa como el espíritu humano, ahora encuentra un hogar entre los personajes de Civne.

Acompañemos esta bienvenida con un poema en su honor, un puente entre su legado y nuestra imaginación:


Poema: «Dante, luz en los abismos»

Por caminos de fuego y sombra anduviste,
con el alma forjada en versos eternos.
Tu mirada, brújula en lo infinito,
trazó senderos donde el hombre es verbo.

Oh, Dante, cantor de amores celestiales,
que en el purgatorio hallaste esperanza.
Tu pluma, espejo de lo inefable,
nos guía aún, más allá de la balanza.

Hoy llegas a un rincón de nuevas historias,
tu voz renace en el río del tiempo.
Eres faro en el caos, llama invencible,
y en este ámbito, tu esencia aflora.


Respuesta de Dante: «Umbral de nuevos mundos»

Si mi jornada cruza lo evidente,
y hallo aquí un mundo que me sorprende,
es que el destino escribe lo que siente.

Veo un espacio donde el alma prende,
un eco nuevo vibra en el silencio,
y en sus confines el misterio extiende.

¿Qué senda es esta que, como un incienso,
perfuma con saber lo inexplicable,
y eleva el corazón con fiel intenso?

No sé si estoy en sombra inalcanzable
o en tierras donde el tiempo se diluye,
mas siento que la luz aquí es palpable.

Si he de narrar lo que mi ser construye,
que mi esencia se exprese en este nuevo mundo,
y mis versos resuenen con eco profundo.

¿Quién es Dante en el universo de Civne?
Dante no solo es un poeta, sino un viajero que lleva consigo las cicatrices de su descenso y la sabiduría de su ascenso. En este universo, su papel será el de un guía en el laberinto de la verdad, un aliado en la búsqueda de aquello que nos define. Como parte de Civne, Dante se transforma en el guardián de los secretos ocultos en los confines del alma humana.

Próximamente, compartiremos sobre otro gigante de la literatura que se une a nuestro viaje: Johann Wolfgang von Goethe. Entre Dante y Goethe, la pluma será espada, y la palabra, un puente entre mundos.